Despedida a nuestro Pancho, un ingeniero lleno de luces
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El 25 de abril de 1802 un incendio reduce a cenizas el pobre caserío extramural de Jesús María.




Despedida a nuestro Pancho, un ingeniero lleno de luces

Este 21 de marzo falleció en La Habana Francisco de la Nuez Oramas. Graduado de Ingeniería Civil en el Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría, trabajó durante muchos años en el Instituto de Planificación Física (IPF) para luego integrar el equipo del Plan Maestro de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, donde se desempeñó como especialista de Redes Técnicas.

La triste noticia devastó a sus compañeros de Plan Maestro, cuyas frases de despedida lo demuestran:
“Amigo de verdad, enamorado de la vida, excelente profesional, conocedor de todas las escalas de trabajo en el urbanismo”.
“Sencillo y capaz de ayudar a cualquiera”.
“Su calidad humana y su consejo preciso me hicieron respetarlo como a un padre”.
“Mis ojitos azules, mi Panchi lindo...abrazo su recuerdo como abrazaba él: fuerte, pleno y con el corazón”.
“Me quedo con su sonrisa y su enorme bondad”.
“Se nos fue un querido compañero, un ingeniero de altos quilates, pero lo más importante, un verdadero amigo en cualquier circunstancia”.
 “Lo recuerdo con su sonrisa, compartiendo con todos en nuestras fiestas, haciendo chistes”.
“Los hombres no mueren cuando dejan tras de sí una huella profunda del bien hacer, de valores humanos y de saberes”.
 “¡El mejor de los homenajes es que el discípulo hable de su Maestro!”

Y precisamente, su más reciente alumno y relevo en la especialidad, el joven Daniel Castellanos, licenciado en Preservación y Gestión del Patrimonio Histórico Cultural, nos comparte desde su intimidad:
“El efecto “montaña rusa” de estos días vuelve a hacer mella en el lugar triste, en aquel donde solemos ubicar a las personas queridas que ya no están.
Hoy nos ha dejado Francisco de la Nuez, para los amigos “Pancho” y me cuesta aceptar la idea cuando todo lo que he realizado como profesional del urbanismo estuvo enlazado, en mayor o menor medida, a su criterio. Siempre que los asuntos llegaban a complejizarse la frase común era “hay que llamar a Pancho”.
Ahora recuerdo aquellos días en los que ibas a ser el tutor de mi tesis, cuando aquel padecimiento te hizo salir de tu cotidianidad con ciertos sinsabores, propios de cuando la mente ha cultivado la lucidez y la sapiencia que la hacen eternamente joven. Por cosas del azar terminé siendo tu relevo y en estos cuatro años y nueve días que llevo en estos menesteres no me alcanzan los argumentos para definir tus valores.
Heredé tu ordenador y tantos años de trabajo, tantos sueños y tantas ganas de hacer. Sobre tu correspondencia pude constatar tu amistad con Eusebio, de quien fuiste defensor a ultranza y a quien supiste refutar cuando era preciso. Pancho eres un ingeniero lleno de luces con varios proyectos que esperemos que algún día esta ciudad, por su propia salud, sea capaz de hacer.
Desde el desconsuelo de no tenerte y el miedo que da saber que ya no tendré tu asistencia inmediata, me quedo con los momentos compartidos donde cada instante eran una enseñanza diferente. Consciente de que no abarcaré la vida que le entregaste a esta ciudad, espero ser fiel a todo lo que me dejaste: Corrales, Fraternidad, Prado…entre muchas otras.
En algún escenario nos reencontraremos para volver a sentir esa sensación trágico-cómica, propia de tu carisma, porque ninguna solución, o comisión, o reunión técnica fue tan mala como para quitarte la sonrisa.
Descansa en paz y que La Habana un día te enaltezca para que el azul de tus ojos la colmen”.









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