A Leal lo recordaremos siempre
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El 25 de abril de 1802 un incendio reduce a cenizas el pobre caserío extramural de Jesús María.




A Leal lo recordaremos siempre

Este 17 de diciembre, casi cinco meses después del deceso de Eusebio Leal, el pueblo de La Habana dio el último adiós en apretado desfile a su eterno Historiador entre flores, llanto, reverencias, persignaciones, música y un profundo: gracias por su magisterio y por su amor a la ciudad.

El más representativo de los edificios habaneros o la más emblemática de las obras de restauración, como se quiera subtitular al Capitolio Nacional, fue escenario para el mundo, del homenaje singular adonde acudieron de manera espontánea niños, estudiantes, trabajadores de ámbitos variados, ancianos y al frente, “mis colaboradores” como acostumbraba llamar a su tropa de la Oficina del Historiador.

Luego llegaría la despedida oficial presidida por la alta dirigencia del país y las palabras del intelectual Abel Prieto que comenzó reprochando los últimos meses: “Lo hemos recordado una y otra vez en todas partes, hemos añorado su presencia inquieta, su verbo luminoso, su finísimo sentido del humor, su ardiente patriotismo, su fe, su capacidad para soñar utopías y para realizarlas”.

Y sí, ahí está su utopía singular, la obra constatable de rehabilitación integral que lideró por más de cincuenta años en el centro histórico habanero, regeneración física y social admirada en los cinco continentes y, sobre todo, en su país, donde irradió sapiencia y amor desmedido por el patrimonio de la nación, que conllevaron a formar otras nueve columnas impolutas que prometen multiplicarse por la geografía cubana.  

No habría otra manera de responderle a Leal, “un hombre único, imprescindible, de una honestidad ejemplar, de una devoción apasionada por Cuba, su historia, sus símbolos, por los hombres y mujeres que crearon las bases de esta nación, por los que lucharon para conseguir su independencia plena, por los que han defendido esos ideales de generación en generación desde el siglo XIX hasta hoy”, como lo caracterizó el director de la Casa de las Américas.

En la intimidad y el sobrecogimiento de la familia y amigos, entre los que no faltaron los historiadores y conservadores de las ciudades patrimoniales cubanas, en el Jardín Madre Teresa de Calcuta, del otrora Convento de San Francisco de Asís, en La Habana Vieja fueron depositadas, al lado de las de su madre Silvia, las cenizas del querido Eusebio, en un monumento funerario plagado de simbolismo.

                                                                                                            Por María Victoria Pardo









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